El papiro

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El papiro estaba escondido entre las sabanas de la cama de Claudio, sabía que nadie se atrevería a dormir en ella, por eso lo dejo ahí. La letra era aun algo torpe por la dificultad de aprender a escribir en un nuevo idioma, pero a la par hermosa, y de líneas finas.

Algunas palabas había tenido que rescribirlas pues se corrieron los grafismos con las lagrimas que intentaban evitar la escritura de aquello, pero sabía que debía hacerlo, no podía alejarse de él sin ninguna explicación, no quería hacerlo en realidad, pero la promesa de aquella mujer de hacerle daño a ella, y a el propio Claudio...no le habían dado opción.

No sé cómo empezar esto, he escrito la carta cientos de veces en mi cabeza, y ninguna de las maneras expresan con total claridad cómo me siento. Solo, quiero que sepas que nadie me ha hecho sentir como tú, nadie me ha hecho añorar su cuerpo, sus labios, nadie ha logrado que cierre los ojos en un ruego de recordar su voz, o sentir su aliento...nadie ha logrado que lo desee y ame…como he empezado a amarte a ti. Ahogue esas palabras cuando te vi marchar, temiendo herirte y herirme, pero más de duele saber que no podre volverte a ver y no tuve valor de decirlo. No deseo irme, deseo esperarte en tu cama, y ver como entras por la puerto, escuchar tus pasos acercarse, y oler tu aroma cuando te inclines a besarme…pero eso no pasara. Si me quedara tanto tu vida como la mía correrían peligro, ella juro matarnos si me quedaba a esperarte, y mi vida es prescindible, pero no la tuya. Voy en busca de mi hermano siguiendo las pistas de Magnus, con tu recuerdo en mi mente, y el pesar de dejarte en mi corazón. Gracias por hacerme feliz, cuando creía que era imposible. Siempre tuya Dalila

Había un beso hecho con jugo de frambuesa junto a la firma, eran sus labios carnosos, levemente disueltos, por las lágrimas que acompañaban la carta.